Comentario de texto: Discurso de Luís XV
Discurso Luís XV
Estamos ante un texto histórico-circunstancial, pues es un discurso pronunciado por Luis XV
en el cual él mismo evoca sus ideas sobre el sistema político de la época; clasificando así el
escrito como un texto político.
Se trata de un documento de difusión general en el que el propio Luis XV actúa como autor.
Este fue el penúltimo rey de Francia, y reinó de 1715 a 1774 bajo una monarquía
absolutista. Luis XV, era el tercer hijo del matrimonio conformado por Luis, Duque de
Borgoña, y María de Saboya. Con tan solo 5 años, accedió al trono dejando a Felipe de
Orleáns como el encargado de presidir el Consejo Real que tomaría las decisiones hasta
que alcanzara la mayoría edad. En 1723, Luis asumió el poder efectivo, aunque siempre fue
una persona débil que debió delegar en asesores el ejercicio del poder. Sus ministros
fueron, primero, el duque de Borbón y después el cardenal Fleury, defensor del absolutismo
monárquico. Cuando este último falleció, intentó gobernar solo. Su gobierno se caracterizó
por el lujo de su corte y por dejar crecer la influencia política de sus sucesivas amantes.
También fue inconstante en política exterior. Finalmente, murió dejando a Luis XVI como
sucesor.
Durante su largo reinado, abundante en cambios de gobierno y en intrigas, fue
convirtiéndose en un monarca impopular, cometió frecuentes errores y abusos de autoridad
que contribuyeron en buen grado a desprestigiar a la Monarquía y crear en el pueblo el
sentimiento de rechazo hacia la Corona que se manifestó durante el reinado de su sucesor
dando lugar posteriormente a la Revolución Francesa, conflicto social y político que enfrentó
a partidarios y opositores del Antiguo Régimen, un periodo que se desarrolló en Europa
durante los siglos XVII y XVIII.
En su alegato, Luis expone que todo el poder de Francia está concentrado en él, y este es
inalienable. Las decisiones, las leyes y la autoridad están basadas en sus ideales y
necesitan su aprobación para ser ejecutadas.
Haciendo hincapié en el concepto de monarquía absolutista, el autor reitera la exclusividad
del poder en frases como “Es solo en mi persona donde reside el poder soberano” y
similares. Además, delimita ese poder soberano en el espíritu de consejo, justicia y razón.
También aclara que ese poder no puede invertirse y que siempre será él el que lo posea.
Asimismo expone su dominio del poder legislativo y legal, pues él es quien forma las leyes y
las Cortes quien las lleva a cabo. Por último, manifiesta el vínculo existente entre los
derechos e intereses de la nación y los suyos propios, puesto que él se hace cargo de las
tareas de orden público propias de un cuerpo especializado que trabaja al margen del
monarca. Todos estos fundamentos son propios y característicos del absolutismo, que es
totalmente diferente a otros sistemas monárquicos, como el feudalismo, una forma de
organización social y política basada en las relaciones de vasallaje entre los vasallos y los
señores feudales. Políticamente, el feudalismo se caracterizaba por la descentralización del
poder, el papel influyente de la Iglesia y el poder que ejercía la nobleza a través de
relaciones de lealtad y protección que ofrecían al rey a cambio de dominios y títulos
nobiliarios. A nivel social, la sociedad estaba jerarquizada en estamentos sociales,
circunstancia que no varía en el absolutismo. La existencia de 3 estamentos provoca la
desigualdad de la población en diversos aspectos; y a pesar de, en el feudalismo, las clases
altas tener un poder limitado, este poder es inexistente en el absolutismo, y es motivo de
conflicto.
Por lo tanto, y como consecuencia a todo lo dicho anteriormente, el pueblo francés no tenía
ningún tipo de derecho ni posibilidad de ejercer algún cargo que implicara tomar decisiones,
puesto que estas estaban en posesión del monarca, en este caso Luis XV. En definitiva, el
absolutismo marca un periodo dirigido por una persona para el resto, en donde las
desigualdades sociales eran desmesuradas y como consecuencia pronto llegarían etapas
de cambio como la Revolución Francesa.
Estamos ante un texto histórico-circunstancial, pues es un discurso pronunciado por Luis XV
en el cual él mismo evoca sus ideas sobre el sistema político de la época; clasificando así el
escrito como un texto político.
Se trata de un documento de difusión general en el que el propio Luis XV actúa como autor.
Este fue el penúltimo rey de Francia, y reinó de 1715 a 1774 bajo una monarquía
absolutista. Luis XV, era el tercer hijo del matrimonio conformado por Luis, Duque de
Borgoña, y María de Saboya. Con tan solo 5 años, accedió al trono dejando a Felipe de
Orleáns como el encargado de presidir el Consejo Real que tomaría las decisiones hasta
que alcanzara la mayoría edad. En 1723, Luis asumió el poder efectivo, aunque siempre fue
una persona débil que debió delegar en asesores el ejercicio del poder. Sus ministros
fueron, primero, el duque de Borbón y después el cardenal Fleury, defensor del absolutismo
monárquico. Cuando este último falleció, intentó gobernar solo. Su gobierno se caracterizó
por el lujo de su corte y por dejar crecer la influencia política de sus sucesivas amantes.
También fue inconstante en política exterior. Finalmente, murió dejando a Luis XVI como
sucesor.
Durante su largo reinado, abundante en cambios de gobierno y en intrigas, fue
convirtiéndose en un monarca impopular, cometió frecuentes errores y abusos de autoridad
que contribuyeron en buen grado a desprestigiar a la Monarquía y crear en el pueblo el
sentimiento de rechazo hacia la Corona que se manifestó durante el reinado de su sucesor
dando lugar posteriormente a la Revolución Francesa, conflicto social y político que enfrentó
a partidarios y opositores del Antiguo Régimen, un periodo que se desarrolló en Europa
durante los siglos XVII y XVIII.
En su alegato, Luis expone que todo el poder de Francia está concentrado en él, y este es
inalienable. Las decisiones, las leyes y la autoridad están basadas en sus ideales y
necesitan su aprobación para ser ejecutadas.
Haciendo hincapié en el concepto de monarquía absolutista, el autor reitera la exclusividad
del poder en frases como “Es solo en mi persona donde reside el poder soberano” y
similares. Además, delimita ese poder soberano en el espíritu de consejo, justicia y razón.
También aclara que ese poder no puede invertirse y que siempre será él el que lo posea.
Asimismo expone su dominio del poder legislativo y legal, pues él es quien forma las leyes y
las Cortes quien las lleva a cabo. Por último, manifiesta el vínculo existente entre los
derechos e intereses de la nación y los suyos propios, puesto que él se hace cargo de las
tareas de orden público propias de un cuerpo especializado que trabaja al margen del
monarca. Todos estos fundamentos son propios y característicos del absolutismo, que es
totalmente diferente a otros sistemas monárquicos, como el feudalismo, una forma de
organización social y política basada en las relaciones de vasallaje entre los vasallos y los
señores feudales. Políticamente, el feudalismo se caracterizaba por la descentralización del
poder, el papel influyente de la Iglesia y el poder que ejercía la nobleza a través de
relaciones de lealtad y protección que ofrecían al rey a cambio de dominios y títulos
nobiliarios. A nivel social, la sociedad estaba jerarquizada en estamentos sociales,
circunstancia que no varía en el absolutismo. La existencia de 3 estamentos provoca la
desigualdad de la población en diversos aspectos; y a pesar de, en el feudalismo, las clases
altas tener un poder limitado, este poder es inexistente en el absolutismo, y es motivo de
conflicto.
Por lo tanto, y como consecuencia a todo lo dicho anteriormente, el pueblo francés no tenía
ningún tipo de derecho ni posibilidad de ejercer algún cargo que implicara tomar decisiones,
puesto que estas estaban en posesión del monarca, en este caso Luis XV. En definitiva, el
absolutismo marca un periodo dirigido por una persona para el resto, en donde las
desigualdades sociales eran desmesuradas y como consecuencia pronto llegarían etapas
de cambio como la Revolución Francesa.
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